si venís a olerme los bolsillos te repito que los martes ya no queda nada de mí en ellos. en cambio, tengo unas ojeras que llegan al subsuelo, y un millón de grados bajo cero en el estómago. vos no necesitas del oleaje para cubrirme de sal y ahogarme. no necesitas tiritar, ni morirte de frío, para que yo abra mi cama y vuelva a recibirte. 

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